domingo, 10 de diciembre de 2017

Carlomagno Araya, poeta ramonense.

Bandera y viento. Poemas de Carlomagno
Araya. Imprenta Nacional. Costa Rica, 1965.
Carlomagno Araya solamente estudió hasta el cuarto grado de primaria porque su abuela y tutora, Anacleta Lopez, no creyó que aquel niño flaco y asmático tuviera aptitud para seguir estudiando. Siendo apenas un muchachito pequeño empezó a trabajar como peón de finca y, a lo largo de su vida, acabaría desempeñando los más variados oficios. Fue arriero de ganado, leñador, minero, carpintero, ebanista, conserje, panadero, bibliotecario, fabricante de ataúdes y, además, poeta. 
Aunque durante toda su larga vida sus ingresos fueron siempre modestos, cuando le quedaba algún dinero disponible lo dedicaba a comprar libros y copiaba en un cuaderno las imágenes o ideas que más llamaban su atención.
Su talento literario fue descubierto a edad temprana. Antes de cumplir los veinte años de edad, ya su nombre se mencionaba como una joven promesa en el periódico "El ramonense".
En 1922 empieza a ganar certámenes literarios y, en ese mismo año, don Joaquín García Monge le consiguió un puesto en la sección de revistas de la Biblioteca Nacional.
Por haber nacido en San Ramón de Alajuela, tierra de poetas, no faltaron quienes lo señalaran como el heredero de Lisímaco Chavarría, el gran poeta ramonense quien, por cierto, también había trabajado en la sección de revistas de la Biblioteca Nacional. En sus primeras obras, no solamente imitaba el estilo de Lisímaco, autor de Manojo de Guarias,  sino también su observación sentimental de la naturaleza. Más tarde, Carlomagno se convirtió en lector de José Santos Chocano y acabó introduciendo en su poesía un tono épico.
No sé si el joven poeta habrá tenido oportunidad de conocer en vida a sus admirados modelos literarios. Lisímaco murió en 1913, cuando Carlomagno tenía apenas dieciséis años y la residencia de José Santos Chocano en Costa Rica no fue muy prolongada.
Toda su vida, Carlomagno Araya se mantuvo fiel a las normas clásicas de la poesía y censuró las innovaciones, experimentaciones, libertades y audacias de los poetas de las nuevas generaciones, al punto de polemizar en la prensa con los partidarios de la vanguardia.  En este sentido, en el año de 1954 le sucedió una anécdota memorable. Los académicos que sostenían posiciones distintas a la suya organizaron un concurso de poesía. Carlomagno, solamente por mortificarlos, envió al certamen un texto que había escrito en son de broma en el que hizo todo lo que él creía que no debía hacerse en poesía y, para su sorpresa, aquel enrevesado e impenetrable escrito acabó recibiendo una mención honorífica.  Sorprendido por el fallo, le confesó a un amigo: "Si continúo haciendo lo que considero un papanatismo artístico, los catedráticos me van a levantar un monumento."
Carlomagno Araya López nació el 5 de noviembre de 1897 y publicó un total de doce libros. Uno de ensayo y once de poesía. Su primer poemario, Primavera, fue publicado en 1930, mientras que el último, Cedro Amargo, apareció en 1977. Después de su muerte, ocurrida el 9 de julio de 1979, su familia publicó otros escritos suyos que habían quedado inéditos.
En mi biblioteca solamente tengo un libro de Carlomagno Araya, Bandera y viento de 1965 que, por esas vueltas de la vida, tiene una dedicatoria muy cariñosa escrita del puño y letra del autor. El autógrafo, naturalmente, no está dirigido a mí sino al propietario anterior del libro, don Cristián Tattenbach, quien era un gran lector de poesía. Cuando don Cristián murió, su hermana, doña Manuela, tuvo la gentileza de obsequiarme una buena cantidad de sus libros y este venía en el paquete.
El poeta empieza diciendo que su bandera no es un pedazo de tela policroma en un asta, sino el alma que lleva dentro. Bandera y viento, declara, "Es todo cuanto queda de lo que fui en la vida: juglar de las estrellas, cantor del arco iris, cansino peregrino sin meta ni salida, a quien el sino adverso corporizó en suicida de lentos ahorcamientos y cruentos harakiris."
El libro incluye composiciones de diverso tipo. Empieza con poemas emotivos y sentimentales, algunos verdaderamente conmovedores, como los que dedica a la muerte de su esposa y dos de sus nietos. Hay también, por supuesto, una buena carga de nostalgia, especialmente al recordar la casa de piso de tierra en que nació, así como frecuentes miradas bucólicas a la fresca naturaleza de su tierra. Aunque explora diversas formas, los sonetos, de impecable factura por cierto, aparecen con frecuencia.
Por haber cursado solamente hasta cuarto grado de escuela, salta a la vista de que Carlomagno Araya, como autodidacta, fue un lector voraz que llegó a alcanzar una gran cultura histórica y literaria, ya que en sus versos abundan las referencias clásicas tanto latinas como griegas.
Vienen luego varios cuentos breves con mensaje idealista, seguidos por un extenso diálogo titulado Escenas para ser radiodifundidas.
El libro cierra con el discurso que el poeta pronunció en 1963 como homenaje a su paisano Lisímaco Chavarría, al cumplirse los cincuenta años de su muerte.
En su alocución, critica a Roberto Brenes Mesén quien aconsejaba ser sobrio en el estímulo que se le debe dar a obras que, en sus palabras, "ni siquiera se pueden considerar como mediocres" y, en cambio, elogia al poeta Rogelio Sotela, "quien siempre tuvo el corazón colmado de agasajos para las producciones de nuestros intelectuales."
Brinda datos valiosos y desconocidos sobre la obra y figura de Lisímaco Chavarría y, por tratarse de un homenaje a un poeta ramonense pronunciado por otro poeta ramonense, asumiendo el riesgo de que lo acusen de localista, se atreve a afirmar que "San Ramón ha sido uno de los lugares escogidos para recibir los resplandores de la generosa y divina llama; ribera salpicada por las aguas del espíritu; surco sobre el que las manos del demiurgo platónico se abrieron en gesto de siembra, para arrojar semillas de inteligencia y de emoción creadora." 
Declara que los ramonenses acostumbran darles a sus hijos nombres sonoros, Alcione, Corina, Ahías, Fulmen, Lisímaco, Olger, Rulamán y Carlomagno, porque les importa más tener nombre que apellido.
"San Ramón tiene un Parnaso: el cerro del Tremendal, y una fuente Castalia: la poza de ñor Concho y quien se moja la cabeza en el agua de ese remanso, recibe el bautismo de Apolo y queda iluminado por el Espíritu Santo de la inspiración."
San Ramón de Alajuela es un cantón considerado tierra de poetas, al punto de que, en Costa Rica, cuando alguien es oriundo de esa zona, en lugar de decir que es ramonense, se dice que es poeta. Lisímaco Chavarría, el mayor poeta local, sigue siendo muy recordado. Carlomagno Araya, su reemplazo en la antorcha, no tanto.
A la izquierda, el poeta Carlomagno Araya retratado cuando tenía doce años.
A la derecha, la casa en que nació el 5 de noviembre de 1897.

INSC: 0135

2 comentarios:

  1. Yo conoci a Carlomagno cuando en La Imprenta Nacional imprimiamos uno de sus libros titulado Itabo. Hice in pequeno comentario a otro empleado de la institucion y dije,Este poeta es fantastico me gusta su forma de escribir, justo a mi lado estaba Carlomagno, sin saberlo;...me dice el deconocido poeta: Agradesco su comentario joven porque se que no son lisonjas.

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  2. Según se dice, "la vida comienza al tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro". Pues mi abuelo Carlomagno así lo hizo. Siendo aún niño, trabajando como arriero de vacas compró sus primeros libros, cuando ganaba ocho colones al mes. Libros que estoy seguro avivaron su interés por las letras, teniendo al final de su vida una excelente producción literaria en el campo de la poesía. Aunque, en honor a la verdad nunca se casó, tuvo dos hijas y un hijo con mi abuela Lidia, a quien le hizo el poema "Yo tengo una novia...", publicado en su primer libro "PRIMAVERA" cuando tenía 33 años. Y claro que plantó un árbol, de niño, de joven o ya grande, cuando trabajó en la Hacienda Las Pavas. Él, en realidad, dejó plantados muchos árboles metafóricamente hablando, los cuales han dado y seguirán dando muchos frutos.

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