sábado, 31 de diciembre de 2016

Pre-monición. Primer libro de poesía de Joan Bernal.

Pre-monición. Joan Bernal.
Ediciones Zúñiga y Cabal. Costa Rica, 2016
Dice el tango que veinte años no es nada, pero en ese lapso pueden ocurrir muchos cambios. Hay quienes abandonan viejos gustos, hábitos e intereses para abrazar otros nuevos. En el transcurso de dos décadas, las actividades, las aficiones e incluso las pasiones llegan a ser sustituidas. 
En literatura, y muy especialmente en poesía, son innumerables las jóvenes promesas que, tras un arranque sonoro y hasta aplaudido, abandonan el oficio para nunca más volver a tomarlo. Entre los que permanecen activos, hay unos que simplemente se quedan repitiendo la misma cantaleta como disco rayado y otros, lamentablemente pocos, que afianzan su compromiso con la palabra explorando nuevos territorios y aventurándose con diversas formas de expresión.
La carrera de un poeta, en todo caso, no se mide por sus años de actividad ni por la cantidad de páginas que fue dejando a su paso, pero siempre genera entusiasmo el hecho de que un poeta, y uno notable además, se mantenga activo por veinte años.
En 1996, Joan Bernal publicó Pre-monición, su primer libro de poesía, editado por el Taller de Francisco Zúñiga Díaz, del que era miembro. Es un libro pequeño, casi un folleto, en que solamente se incluyen veinte poemas. El breve prólogo de Mainor González Calvo no solo fue acertado, sino profético. Empieza diciendo que la poesía es juego, pero también esfuerzo. Que un poeta, además de recrearse en la palabra, debe ser capaz de asumir el reto de levantar montes para entregarlos al lector. "Joan", declara, "presenta un verso arrollador, inyectado de juventud, pero finamente barnizado por su experiencia y su interiorización del mundo".
"La lírica impregnada en los versos de Joan Bernal", concluye. "tiene riqueza, oro puro, que con el tiempo irá brillando hasta alcanzar más tono, más decisión."
En su carrera como poeta, Joan Bernal nunca ha abandonado ni el juego ni el esfuerzo. Hombre para nada vanidoso y para nada solemne, ejerce su poesía como un deleite en el que se permite hasta ciertas bromas ocasionales. Escribe como habla y como vive: con total libertad y absoluta franqueza. Su obra posterior sigue impregnada de frescura juvenil. Sin embargo, Joan Bernal se toma muy en serio sus lecturas y sus escritos. Repasa constantemente a sus autores de cabecera (Octavio Paz, en primerísimo lugar) y procura ir ampliando sus referencias descubriendo nuevos autores.
En Costa Rica hay una expresión: "Jugar a gallo tapado". que supongo surgió en las peleas de gallos, que significa apostar a ciegas, sin ver el gallo, o comprar un pedazo de lotería sin ver el número. Joan Bernal es la única persona que conozco que compra libros "a gallo tapado". Cuando hemos ido juntos a visitar librerías, en la sección donde están los libros de poemas, simplemente toma uno al azar y se lo lleva. Así, sin la más mínima referencia del título, ni del autor, la sorpresa está garantizada. Con esa técnica, como es fácil de suponer, se ha llevado grandes desilusiones, pero también ha realizado importantes descubrientos.
Al escribir, Joan es meticuloso y severo consigo mismo. No se permite descuidos y sopesa el sentido y el sonido de cada palabra. Quizá por ello, después de Pre-monición, de 1996, pasarían diez años hasta la publicación de Homenaje a la Ceniza, su segundo poemario, editado en 2006 por Perro Azul. En 2010 aparecería Vivo Delirio, publicado por la Editorial de la Universidad de Costa Rica  y en 2011 For Sale, por la Ediciones Espiral.
En los cuatro libros que ha publicado en los últimos veinte años hay, más que temas o técnicas recurrentes, una sintonía de voz, de reflexión y de mirada que de alguna forma los hermana. Algún lector minucioso podría ponerse a estudiar la evolución de su lenguaje o el rumbo que han tomado ciertas ideas sobre las que ha vuelto a referirse. Yo me abstengo de hacerlo. Respeto mucho a Joan como para atreverme a poner su obra bajo el lente de un microscopio.
Me acerco a la poesía de Joan con la voluntad de compartir el asombro, la emoción, el dolor o la ilusión que la llevó a escribirla. Al repasar Pre-monición, me han vuelto a conmover el poema que da título al libro y el dedicado a la Iglesia de Santo Domingo de Heredia. Oro puro, como dijo Mainor. Y ahora que Joan es un poeta veinteañero, guardo la esperanza de que siga siendo poeta de por vida.

Pre-monición


Lo peculiar de nuestro gran calabozo
es esta especie de terror por el bosque.
             
                               Spinetta


Y si detrás de los vidrios
hubiera un océano
unas tres cuartas partes
de nada
y el borde
de la palabra Hoy
estuviera resbaloso
¿Peligrará caer
lo que culmina el punto?


A la Iglesia de Santo Domingo de Heredia


Levantad una iglesia donde el martirio
encuentre una forma

                             Lezama Lima

Corazón de ángel en abandono
misericordiosa torre te levantas
partiendo el frío en dos mitades ciertas
y delgadas.
Llévame a tu armadura de mineral pulido
y a tu envestidura
de plumajes viejos,
magnéticamente trae mi emoción
a tu estado
de solidez silenciosa, de litúrgica vida
para empezar la nueva aventura
de mis piernas:
a pique se ha venido el sentimiento
volado
para morder mi sueño que te recoge
entera
en la hondura blanca de tu serena
búsqueda.
Por la imperiosa cuesta,
por su costosa suerte de inclinada
nuca
corro para verte,
para tocar tu imagen
aún con tejas jóvenes en tu cráneo
puro,
un pueblo en la poesía inmerso.
ondea
la soledad preciosa
en que nació la Tierra
donde cae el largo de tu pareja
túnica,
vista desde las costas,
desde el adiós, vista
como un cementerio
de carnes que fructifican
en medio de diminutas estrellas
viviendo en pozo,
y permaneces construida
como la eterna fruta
donde ocurren la tarde y las voces.
Ellas comparten conmigo
tu figurada hermosura
como la alegre novia,
en la paz del novio.

El poeta Joan Bernal. Autor de Pre-monición (1996), Homenaje a la Ceniza (2066),
Vivo Delirio (2010) y For Sale (2011).
INSC: 0924

sábado, 17 de diciembre de 2016

Máscara del delirio. Poesía de Zingonia Zingone.

Máscara del delirio. Zingonia Zingone.
Perro Azul. Costa Rica. 2006.
La obra literaria de Zingonia Zingone es tan internacional como su propia vida. Nació en Londres, Inglaterra, hija de padres italianos, pasó su infancia y buena parte de su juventud en Costa Rica, residió en Suiza y Nicaragua, terminó su formación profesional en Roma y, ya sea por motivos personales, laborales o literarios, viaja con frecuencia.
Su formación multicultural y multilingüe tiene sus ventajas. En los encuentros literarios que se realizan en América Latina, la invitan como escritora italiana, mientras que en los que se celebran en Europa la presentan como costarricense o nicaragüense.
Ha escrito poesía, novela, cuento, teatro y, por supuesto, crónicas de viajes. También ha publicado artículos en distintos países y ha sido promotora cultural, conferencista, editora y traductora.
Aunque estaba enterado de su intensa actividad literaria, no había tenido oportunidad de leer ninguna de sus obras y, cuando la conocí, me sentí  un poco apenado al confesarle que el único libro suyo que tenía en mi biblioteca era Máscara del delirio y que aún no lo había leído.
Su reacción fue tajante: me pidió que no lo leyera. Al ver mi cara de sorpresa, me explicó que ese libro era una obra de juventud que ya no la representaba, que su sensibilidad, su estilo y sus temas habían tomado otro rumbo y que preferiría que yo entrara en contacto con sus trabajos más recientes.
Hasta me dio la impresión de que estaba de alguna manera avergonzada de ese libro y arrepentida de haberlo publicado. Se disculpaba diciendo que Máscara del delirio, no era más que el arranque de una muchacha joven, ingenua y sentimental que escribía sus primeros versos.
Naturalmente, la solicitud de no leer el libro acabó generando el efecto contrario.
Los escritores, por lo general, suelen ser muy severos a la hora de juzgar sus primeros libros quizá porque, con el paso de los años, han cambiado tanto que ya no se reconocen en ellos. Cada cierto tiempo uno se convierte en otra persona. Si alguien de cuarenta años de edad tuviera la oportunidad de conversar con quien fue a los veinte o con quien será a los sesenta, es casi seguro que habrá más puntos de vista en que difieran que en los que estén de acuerdo.
Editado en 2006 dentro de la colección de poesía Perro Azul, Máscara del delirio no es, en todo caso, el primer libro de Zingonia Zingone, quien ya había publicado antes una novela, un poemario y una obra teatral. Es, eso sí, el primer libro que escribe y publica en español, ya que los tres anteriores aparecieron en italiano. El libro viene bien apadrinado y amadrinado. Blanca Castellón escribió el prólogo y Julio Valle Castillo el texto de la tapa. Abre con un epígrafe de Claribel Alegría, con quien Zingonia realizaría, posteriormente, importantes proyectos editoriales.
Máscara del delirio es un libro de poemas de amor o, más bien, de enamoramiento, que no es lo mismo. Estar enamorado puede ser una fascinación, un capricho, una obsesión, un deseo, una atracción o muchas otras cosas distintas al amor genuino que también es una posibilidad. Pero al echar la vista atrás y hacer un recuento de lo vivido, descubrimos que las personas a las que verdaderamente llegamos a amar no coinciden necesariamente con las que nos hicieron revolotear mariposas en el estómago.
El amor es como el calor de una brasa que, cuando el viento sopla, en vez de apagarse se aviva. El enamoramiento es más bien la luz de una bengala, tan intensa al inicio que deslumbra y ciega pero que se apaga tan repentinamente como se encendió. Llegamos a amar a quienes conocemos a fondo. Nos enamoramos de quienes aún no conocemos.
Algo hay, en este libro, de la muchacha joven, ingenua y sentimental que Zingonia mencionó que era al escribirlo pero, como bien anota Blanca Castellón en el prólogo, Zingonia "nos sorprende con una dosis de transparencia vital..." en la que "el lector puede recrearse con la visión agitada de sus entrañas y su reino interior."
Así es. A pesar de su título, Máscara del delirio es un libro sin máscaras ni tapujos, en que una mujer enamorada declara sin reservas la contrariedad en que está sumida, lo dolorosa que puede resultar la ausencia de quien espera que la acompañe, el gran valor que le otorga al más mínimo gesto y lo inusitado de los pensamientos que cruzan por su mente.
La realidad, lo concreto, sirve de base para crear fantasías. Ningún amante real que haya compartido el lecho puede ganar en la comparación con un amante imaginario que apenas se ha visto pasar de lejos.
Ni ella misma logra explicarse por qué, al mirar que el hombre al que le había hablado una única vez en su vida estaba acompañado por una mujer alta y morena, llegó a sentir una molestia que, definitivamente, solo podía llamarse celos.
"Nuesto amor es tan grande que me interesa saber todo lo que piensas", dice en un poema. Pero, "Seguramente te preguntas que pasará por esa mente/ si lo supiera te lo diría", declara en otro.
Es decir, quiero saber todo lo que tienes en tu mente, pero ni yo sé lo que tengo en la mía.
La promesa de no lavar nunca un pañuelo para que conserve el aroma que eternizará un instante. El recuerdo del primer día en que la imagen del ser idealizado llegó a convertirse en tema único de todos sus pensamientos. El reclamo de "¿Por qué no me dejaste dormir?" a quien pasó la noche en otro sitio. La declaración contudente de que "sin ti no hay más que espacios vacíos"
Habrá quienes califiquen todo esto de ingenuo, pero el que nunca haya estado enamorado que arroje la primera piedra. 
Max Jiménez decía: "Escribiríamos mejor si no tuviéramos el miedo de que descubran lo que somos."  Zingonia tuvo la valentía de escribir sin ocultarse, de mostrar la maraña de emociones que, en determinado momento, la hizo sentir, como a cualquier otra persona enamorada, que se le acababa todo el aire del mundo. Su total honestidad con sus emociones de aquel momento, puede ser la causa de su pudor ante este libro en el presente.
Cuando se retorna a la serenidad, uno se avergüenza de las palabras melosas que dijo al estar enamorado, de los melodramas que armó al sentirse traicionado, del torrente de improperios que soltó cuando estuvo furioso y hasta de la euforia desbordada que lo invadió en los momentos de mayor alegría.  El común de los mortales vive diciendo: "Estuve alterado, pero ese no soy yo."
Hay, sin embargo, cierta clase de personas que, lejos de ocultar sus debilidades, sus dudas, sus angustias, sus anhelos, sus temores y sus sueños más descabellados, muestran, a quien quiera verlo, todo su interior y le hacen, además, un recuento de la experiencia que vivieron al estar en la cima, o en el abismo. Esas personas son, de más está decirlo, los poetas.
Cálido, dulce, franco, el libro de Zingonia fue, para mí, una lectura más que memorable, conmovedora. Los poemas, los mensajes, las epístolas y el relato de las páginas finales, titulado Intuición del Amor (o novelita de sueños desnudos), me permitieron asomarme de nuevo a ese pequeño mundo de ilusión y dolor por el que todos, alguna vez, hemos pasado.
Tal vez no hemos acabado enamórandonos de la persona a la que le arrugamos el automóvil, como en la novelita que cierra el libro, pero todos tenemos una o más de una historia similar que contar.
Confío en que Zingonia me perdone el haber leído el libro que me pidió que no leyera. Y, aunque en sus otras obras haya cambiado tema y tono, espero que mantenga siempre la honestidad y la belleza expresiva de las que hizo gala en Máscara del delirio.
Zingonia Zingone. Escritora, editora y traductora italocentroamericana.

INSC: 2026

Antología del Taller de Poesía Activa Eunice Odio.

Instrucciones para salir del cementerio
marino. Alexander Obando (Compilador).
Editorial El Quijote.
Costa Rica, 1995.
La gran mayoría de lectores, pero muy especialmente los de poesía, tienen la sabia costumbre de saltarse, sin mirar siquiera, los prólogos de los libros. Esas páginas iniciales, escritas por lo general con un tono de autoridad pontificia, brindan datos y referencias que, en la mayoría de los casos, son de verdaderamente poca importancia. Aunque las apreciaciones del prologuista no sean más que una opinión como cualquier otra, a veces logran, no solo prejuiciar la lectura, sino incluso desestimularla.
Los prólogos de las antologías poéticas, en los que se mencionan teorías, técnicas, generaciones y corrientes estéticas, suelen estar tan saturados de nombres y fechas, que resultan fastidiosos. Por otra parte, como lo típico en estos casos es que el presentador se ponga a analizar, clasificar y valorar los versos incluidos, se llega a la ironía de que las colecciones de poemas acaben siendo precedidas por un texto muy poco poético. 
Sin embargo, hay excepciones. El prólogo a Instrucciones para salir del cementerio marino, antología del Taller de Poesía Activa Eunice Odio, es una apreciable pieza literaria. Me pregunto quién o quienes estarán ocultos detrás del pseudónimo de John Statement Kisch, que lo firma.
"Yo no ofrezco nada especial. Yo no formulo hipótesis, Yo soy solo una cámara fotográfica que se pasea en el desierto." Empieza diciendo. Seguidamente, sin detenerse en menudencias, hace un repaso de los orígenes, propósitos, búsquedas, exploraciones y actividades de este grupo de poetas jóvenes que empezó a reunirse en San José de Costa Rica a mediados de los años ochenta. 
Escogieron el nombre de Eunice Odio para resucitar a la poetisa costarricense, muerta en México, lejos de la tierra donde había nacido y solamente muy pocos la recordaban. Lo de "poesía activa", lo explica tajantemente: "La poesía es activa o no es." Y los jóvenes escritores, lejos de fundar un cenáculo para reuniones privadas tras una puerta cerrada, estaban dispuestos a salir a la calle, organizar recitales en las comunidades y reanimar el papel del escritor como figura pública.
En 1989, parodiando el slogan de Coca Cola de aquel tiempo ("Coca Cola es así"), organizan el festival poético "La poesía es así",
Los miembros del Taller de Poesía Activa Eunice Odio eran jóvenes que, aparte de ser lectores voraces y escritores incipientes, tenían muy pocas cosas en común. Cursaban distintas carreras, se dedicaban a diferentes actividades y cada uno tenía sus particular posición poética, estética y política. No se trataba de un grupo homogéneo que compartiera la afición por los mismos autores, al leer, y la obsesión por los mismos temas y la misma técnica, al escribir. Las reuniones eran tan frecuentes como los desacuerdos. 
El grupo tenía la ventaja de que ninguno de ellos intentara siquiera asumir el papel de líder o maestro conductor. Cada uno, por su lado, hacía sus exploraciones, cultivaba sus intereses, se hundía en sus obsesiones y acababa compartiendo sus poemas con quienes leían, hacían, pensaban y escribían cosas muy diferentes a las suyas. 
Esa valiosa y enriquecedora experiencia de que personas que leen autores distintos y escriben de manera distinta compartan un espacio en que dialogan de igual a igual, no es muy frecuente en los talleres literarios. 
En algunos, un maestro tiene la autoridad de recomendar lecturas y corregir las creaciones de sus pupilos. Otros no son más que cofradías de seguidores de determinada escuela que, a la hora de escribir, simplemente se dedican a imitar a los autores que tienen trepados en un pedestal. También hay círculos de escritores cerrados, que solamente leen entre ellos lo que ellos mismos hacen y no cuentan con lectores afuera.
En todos los grupos literarios, lo normal es que unos se vayan, otros lleguen y, al final, cada uno tome su camino.
No sé cuántas personas pasaron por el Taller de Poesía Activa Eunice Odio, pero en la antología aparecen solamente catorce: Julio Acuña, Melania Portilla, José Gabriel Sánchez, Federico Frachva, Esteban Ureña, Mauricio Molina, Demetrio Polo-Cheva, Arturo Solís, Guillermo Acuña, Mario Alberto Quesada, Alexánder Obando (compilador de la antología), Gustavo Induni, Giannis Katsavavakis y Luis Fernando Rodríguez. 
Verdaderamente ingeniosa es la manera de agrupar los escritores en cuatro capítulos aparte titulados: Fuego, Aire, Agua y Tierra.
En el momento de la publicación del libro, todos eran jóvenes. Algunos, jovencísimos. Por eso, las notas biográficas con las que se presentan están escritas en son de broma. Giannis Katsavavakis, en su hoja de vida, menciona como datos relevantes: "Tengo veinte años y mido un metro setenta de estatura. Tengo una cachorra que se llama Cuca. Vivo en Curri y mi mamá cocina muy rico."
Aunque la infancia ya se haya dejado atrás, en la juventud todavía se juega. Los autores jóvenes, inevitablemente, juegan, ya que es por medio del juego que se alcanzan los primeros descubrimientos. Se lo permiten todo, se atreven a dar grandes saltos como si cruzaran un río de piedra en piedra, buscan los límites de lo aceptable solamente para traspasarlos y están más concentrados en realizar una buena travesura que en lograr un aplauso. Con las canas llega la prudencia y, con la prudencia, la contención, el autocontrol, la proclividad a quedarse quieto sin hacer más ruido del socialmente tolerable.
Sumergirse en los poemas de esta antología es verdaderamente refrescante. Todo es genuino e intenso. No hay malabarismos ni piruetas. Nadie intenta, con su versos, graduarse como poeta reconocido. Las influencias, incluso las que resultan evidentes, por estar asimiladas y digeridas, no llegan a caer en la imitación.
En este libro no hay ni una página que sobre. En vez de saltarse el prólogo, hay que repasarlo. El misterioso John S. Kitsch, aunque intenta tomar distancia del grupo ("Que nadie diga que estuve adentro y que nadie diga que estuve afuera"), lo retrata con certeza:

"Amaron la prosa, porque creyeron... que el mundo está lleno de ruidos."

"Gritaron equidad para todos los ritmos, para todos los lenguajes y palabras."

"Buscaron la pluralidad poética, amaron el exteriorismo y el Siglo de Oro por igual; y los odiaron también por igual. De allí pretenden decir que fueron diferentes a otros grupos literarios porque no propusieron la "estética" sino la posibilidad. Eso sí, jamás cometieron la estupidez de hacer un manifiesto."

"El asunto tiene que ver con el lenguaje. Un pleito gigantesco con el lenguaje, con lo que somos. El silencio y los gritos resultan aterradores... y tal vez llegue un momento en que no importe más callar o hablar, que dé lo mismo, pero antes hay un largo camino."

"¿Cómo buscar algo sin saber qué es? El proceso va dando la forma, aunque es como correr con nueve piernas, sin que nadie se atreva a cortarse alguna para andar mejor."

INSC: 4015

domingo, 4 de diciembre de 2016

Media biografía de Luis Alberto Monge.

Luis Alberto. Alberto Baeza Flores.
Editorial Volvamos a la tierra.
Costa Rica, 1981.
Poco después de ser electo Presidente de la República, un grupo de amigos le obsequió a Luis Alberto Monge la espaciosa casa en Santa Ana, donde residió hasta el final de su vida. Antes, don Luis Alberto vivía en una pequeña propiedad de dos manzanas y media situada en La Catalina de Santa Bárbara de Heredia.  Allá, en las frescas y verdes montañas heredianas, tuvo como vecino y compañero de tertulias a su tocayo Alberto Baeza Flores, un chileno trotamundos que vivió en más de una docena de países y, en todos ellos, fue escribiendo y publicando una cantidad verdaderamente innumerable de libros. 
En Costa Rica, además de un largo estudio titulado Evolución de la poesía costarricense, Baeza Flores publicó poemarios, ensayos, una biografía de Simón Bolívar y sendos libros dedicados a ensalzar las figuras de sus amigos Daniel Oduber Quirós y Luis Alberto Monge. Ambas obras son, como es fácil de suponer, literatura propagandística en que se pintan, con colores brillantes, el gran talento de los biografiados. Una cosa, sin embargo, las distingue. El libro sobre Oduber fue publicado en 1976, justo a la mitad de su administración (1974-1978), mientras que el de Luis Alberto Monge apareció en 1981, cuando Monge era candidato a las elecciones que tendrían lugar en febrero de 1982. Es decir, la obra sobre Oduber podría considerarse un esfuerzo de relaciones públicas del gobierno con miras a mejorar su imagen, mientras que la se refiere a Monge sería más bien parte de la campaña por atraer votos. En ambos casos, dudo de la efectividad del esfuerzo. Ese tipo de libros por lo general los leen solamente los convencidos y no los que hay que convencer. Por otra parte, es en verdad extraño que el Partido Liberación Nacional haya recurrido a un escritor chileno para este tipo de publicaciones. Tal vez no encontraron un escritor tico dispuesto a hacerlo o tal vez la iniciativa surgió del mismo Baeza Flores. En todo caso, ninguno de los dos libros logró despertar mayor interés.
En Costa Rica, los presidentes son figuras a las que solo se les presta atención mientras ejercen el cargo. Muy pocos han publicado sus memorias. Rafael Yglesias Castro resumió su vida en un folleto de menos de cincuenta páginas. Rodrigo Carazo Odio, en cambio, fue exhaustivo en las suyas. Don José Figueres Ferrer, ya muy anciano, debió recibir ayuda para escribir sus memorias y las de Teodoro Picado se publicaron póstumamente.
Las biografías presidenciales tampoco abundan. Se han escrito algunas sobre don Ricardo Jiménez, Rafael Yglesias, Julio Acosta, etc, pero, en general, los historiadores costarricenses prestán más atención a los procesos que a las figuras. Ni siquiera contamos con una buena biografía del General Tomás Guardia cuya vida, muy probablemente, acabe siendo contada por un novelista en vez de un historiador.
Tras una introducción bastante divagatoria, el libro de Baeza Flores empieza, como es natural, con datos familiares. Luis Alberto Monge nació en Palmares, el 29 de diciembre de 1925, hijo de don Gerardo Monge Quesada y doña Elisa Alvarez Vargas, El futuro presidente es el cuarto de siete hermanos. Gerardo, Víctor Julio y Myriam son los mayores y Carmen, Lía, Nautilio y Delia, los menores. Su padre, don Gerardo, muere cuando Luis Alberto tiene solamente cuatro años de edad.
Gran lector y buen estudiante desde niño, Luis Alberto cursó estudios en el Instituto de Alajuela, donde obtuvo su bachillerato.  Como era un joven de escasos recursos, para sostenerse trabajó como vendedor en un tramo del Mercado Central de San José. Aunque disponía de pocos ratos libres, en su juventud fue cruzrojista.
La carrera pública de don Luis Alberto inició bajo la tutela del padre Benjamín Núñez, a quien Monseñor Víctor Manuel Sanabria había encargado la tarea de establecer organizaciones de trabajadores de acuerdo con la Doctrina Social de la Iglesia. En los años treinta y cuarenta, los sindicatos estaban ligados al partido comunista de Manuel Mora y, para contrarrestar esa influencia, el padre Núñez fundó la Confederación de Trabajadores Rerum Novarum, en la que laboró el joven Luis Alberto Monge.
Aunque matriculó algunos cursos en la Escuela de Derecho, Monge se vio obligado a abandonar los estudios. Fue cercano, sin embargo, al Centro de Estudios para los Problemas Nacionales, liderado por Rodrigo Facio.
No está claro el papel que jugó don Luis Alberto durante el conflicto armado de 1948 pero, al año siguiente, con apenas veintidós años de edad, fue electo diputado a la Asamblea Nacional Constituyente por el Partido Social Demócrata. Se suponía que, tras el triunfo armado de don Pepe, la nueva Constitución se haría a su gusto, pero los socialdemócratas solamente obtuvieron cuatro diputados: Rodrigo Facio, Fernando Fournier, Rogelio Valverde Vega y Luis Alberto Monge. El grueso de la Asamblea (34 diputados) eran del ulatismo, había un diputado independiente y seis del Partido Constitucional, Pese a no ser mayoría, estos últimos, liderados por don Arturo Volio, lograron convencer a la Asamblea de que no era prudente hacer grandes cambios, por lo que la nueva Constitución, de 1949, acabó siendo la misma Constitución de Tomás Guardia, de 1871, ligeramente retocada.  
Luis Alberto Monge Alvarez. (1925-2006).
Presidente de Costa Rica de 1982 a 1986.
En el libro hay una anécdota sobre esta época que vale la pena mencionar. Dice que cuando el Dr. Calderón Guardia, con el apoyo de Anastasio Somoza, invadió el país, Monge, en un arranque de patriotismo, "no pudo contener su ardor" y consideró más importante defender la soberanía nacional que redactar una nueva Constitución. Dejó su puesto en la Asamblea y marchó como combatiente a Guanacaste. En la capital, don Pepe, al darse cuenta que faltaba un voto en la Asamblea, le encargó a Frank Marshall que lo devolviera a San José.
Una historia interesante, sin lugar a dudas, pero tiene un pequeño problema. La invasión calderonista ocurrió en diciembre de 1948 y la Asamblea Nacional Constituyente empezó a sesionar en enero de 1949. Pifias como esta, abundan en el libro, Llama "Renovación Nacional" al partido Renovación Demócratica de Rodrigo Carazo, se consignan hechos en un momento distinto al que ocurrieron y se establecen relaciones de causa y efecto verdaderamente haladas del pelo.
En un afán de convertir en un libro grueso lo que debió haber sido un folleto breve, Baeza Flores se hunde en divagaciones o llena páginas y páginas con listas de proyectos, ponencias en congresos o artículos de revista. A veces, se sale por completo del tema y dedica apartados enteros a, por ejemplo, los pleitos de Oduber con el periódico La Nación.
El libro de Baeza fue publicado por la "Editorial Volvamos a la tierra", gracias a los donativos de una larga lista de contribuyentes, cuyos nombres aparecen en las últimas páginas. Me pregunto si alguno de ellos haya tenido la paciencia de leer el libro completo. 
Luis Alberto Monge fue diputado de 1958 a 1962 y de 1970 a 1974. De 1973 a 1974 fue Presidente de la Asamblea Legislativa. Ocupó un alto cargo en la OIT, fue Secretario General del Partido Liberación Nacional y, en 1982, un año después de la publicación del libro de Baeza, fue electo Presidente de Costa Rica.
Mientras ejerció la presidencia, don Luis Alberto gozó del aprecio general. Su personalidad y su estilo le ganaron las simpatía de las personas sencillas que reconocían en él a uno de los suyos. Era simpático, tenía buen sentido del humor, evitaba los conflictos pero, si se presentaban, lograba salir de ellos. Se rodeó de un buen equipo de colaboradores y supo sacar la tarea sin mayores sobresaltos.
Fue el último miembro de la Asamblea Nacional Constituyente y el último de los fundadores del Partido Liberación Nacional en morir. En otros aspectos, también fue uno de los últimos. Era un político que basaba su pensamiento en una ideología ampliamente estudiada, una figura pública que se mostraba tal cual era sin seguir consejos de asesores de imagen, un intelectual de amplias lecturas y elegante prosa que redactaba él mismo sus discursos.
Su gobierno, por otra parte, también fue el primero en realizar la apertura a la economía de mercado que se ampliaría luego. Se desmanteló CODESA, lo que inició el principio del fin del estatismo. Se firmó el primer Plan de Ajuste Estructural y se brindó mayor libertad de acción a la iniciativa privada.
Las relaciones del gobierno de Monge con la administración
de Ronald Reagan fueron en su momento (y siguen siendo
hoy en día), un tema que despierta polémica.
Hubo también, durante su mandato, hechos cuestionables que generaron escándalo y fueron elevados a juicio. El que se hubieran utilizado recursos del Fondo Nacional de Emergencias para amueblar y decorar la casa que le regalaron sus amigos fue el mayor de ellos. De hecho, que "un grupo de amigos" le regale una casa a un gobernante es algo que, actualmente, más que inaceptable resultaría impensable. Don Luis Alberto, sin embargo, fue eximido de comparecer ante los Tribunales, donde se esperaba que brindara explicaciones sobre estos hechos. Aquellos, definitivamente, eran otros tiempos.
Su política exterior, en los duros años de los conflictos armados centroamericanos fue, por así decirlo, más que ambigua. Declaró solemnemente la Proclama de Neutralidad Perpetua de Costa Rica en los conflictos armados, al tiempo que los Contras, financiados por debajo de la mesa por el Presidente Ronald Reagan, operaban en la zona norte del país. En este aspecto, algunos opinan que Monge se plegó por completo a la administración Reagan, mientras que otros sostienen que supo manejar las relaciones con el gobierno americano sin entrar en conflicto, logrando beneficios para el país y sin ceder más allá de lo inevitable.
La administración de Luis Alberto Monge forma ya parte de la historia, de una historia que está por escribirse. Su biografía, además, también está pendiente. El libro de Alberto Baeza Flores apenas recoge la mitad de su vida o, tal vez, hasta menos.
INSC: 1591
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